Amaneció mal, muy mal. Gris de nubes feas, frio el día, muy frio para mi gusto. Me apetecía quedarme en la cama, pero me levanté casi a gatas, por el puto efecto del ansiolítico. Aunque es una dosis mínima esas pastillas me hacen polvo, casi no me dejan pensar al comenzar el día. Creo que voy a reducirlo a la mitad; se lo consultaré a la médica, como dicen los viejos de mi barrio. A lo mejor ya no lo necesito.... ansiedad no noto mucha, pero me ayuda a dormir, aunque eso también es mentira, porque duermo mal. Al final todo es mentira. Vivimos en una absurda burbuja llena de mentiras. Nos mentimos a nosotros mismos, nos gusta. Bueno, a lo que iba: me duché y me obsequié con un desayuno a mi gusto. Antes de salir me vestí y después me vi en la calle llena de frio y de coches. Caminé deprisa hasta llegar a la zona de la Catedral.
Poca gente un poco más abajo, en la zona del Arrabalejo..... mis paseos suelen ser meditativos, pues voy solo y no hablo con nadie, salvo que me encuentre con algún conocido o familiar, cosa fácil de suceder en una pequeña ciudadela como ésta. Por fin llegué al primero de mis destinos. Hice unas pequeñas compras en plan marujo y seguí caminando y caminando. Una ciudad dice mucho de sus habitantes, y los habitantes de este rincón de Andalucía son los más castellanizados de toda la comunidad autónoma. Llegué al segundo de mis destinos y empecé a mirar libros. Los hay en oferta por las rebajas, restos de series y autores poco conocidos, libros que no enganchan mucho. Pero de vez en cuando descubres algún chollo. Por ejemplo, Rebelión en la granja, de Orwell, un clásico que merece ser leido. Otro que vi en el montón fue El guardián entre el centeno, de Salinger y un par de novelas de Paul Auster bastante buenas. Lo sé porque ya están leídas por un servidor. Y me gustaron. Auster tiene gancho con sus historias y sus novelas dentro de la propia novela. Como soy un vicioso de la lectura y me encanta descubrir nuevos autores, me compré la primera de la trilogía de Millennium, Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson. Otro día contaré algo de Larsson, fallecido antes de ver publicada su trilogía.
Mi vicio llega más lejos todavía, pasé por la Biblioteca y saqué cuatro libros. Tres de autores desconocidos para mí:
- El mestro y Margarita, de Mijail Bulgákov.
- Una novela rusa, de Emmanuel Carrére.
- En el camino, de Jack Kerouac (obra de culto de la generación beat)
- La senda del perdedor, de mi admirado Charles Bukowski.
Y de momento eso es todo. Voy a cenar con permiso de mis posibles lectores. Mañana más y con música.